miércoles, 12 de junio de 2013

Día 2

Querido diario,

Hoy el Sol ha vuelto a traspasar sin piedad mis párpados y he despertado en medio de una cuna de sábanas blancas y rayos de luz. Pericles ya no estaba conmigo, así que me levanté y comí unas exquisitas galletas de Rodas que había comprado hace dos días en el artokopeion acompañadas con un poco de leche. Aristófanes dice que parezco una campesina, todo el día bebiendo leche y kykeon, ¡pero ellos nos pueden entender las beldades de estos productos! Ojalá todos los atenienses bebieran más leche y menos vino. Yo aprecio el vino como un manjar del Olimpo, pero reduzco su consumo al simposion y las reuniones con mis amigos los filósofos. El resto del tiempo prefiero el agua y la leche.

Hoy he estado escribiendo el discurso de defensa de Eulogio. Curiosa paradoja, ‘‘aquel que tiene buen discurso’’ no es capaz de escribirse uno. Pero no me puedo quejar, puesto que tengo un trabajo que adoro y que es, además, muy buen pagado. Este viejo ateniense mató al amante de su mujer en su propia casa amparándose en la ley que todos conocemos, y la familia del muerto lo lleva a juicio por planear el asesinato. Al final, después de mucho pensar, me han salido cinco pergaminos.

Por la tarde he estado en el mercado. Pericles me pidió queso de cabra, y además la miel se estaba acabando. Además, quiero organizar un simposion dentro de cuatro días y no me quedaban huevos de oca de Egipto. ¡Amo esos huevos! Los pondré con miel y dátiles. Al final pasó lo de siempre: fui pensando en comprar tres cosas y volví a casa con quince. Que si higos, que si aceite, que si mantequilla, que si más galletas de Rodas…

Hoy no me tocó reunirme con mis amigos, así que aproveché para leer algo. He retomado de nuevo la obra de Pitágoras. La segunda lectura es mucho más placentera que la primera, o eso me parece a mí, quizás porque la leí en mi adolescencia, cuando era menos sabia y más joven. Ahora, cada vez que voy avanzando más y más en su obra, estoy más convencida de la veracidad de su teoría cumbre. ¡El Universo tiene, necesariamente, que estar gobernado por números! Son las Matemáticas las grandes gobernantes del Universo, las que rigen las normas de este mundo en el que vivimos. Las estrellas, los cometas, las lluvias, hasta el brillo mismo del sol responden a largas combinaciones de números que los Dioses nos pusieron ahí para poder representar esta comedia en la que vivimos. Cada día estoy más convencida de ello. Solo debemos descubrir esos números, y el Universo entero se abrirá ante nosotros como si de una puerta se tratase.

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