miércoles, 12 de junio de 2013

Día 5

Querido diario,

Hoy me encuentro mucho mejor que ayer. Las lágrimas no nublan mis ojos y vuelve a llenar mi corazón ese sentimiento de felicidad y de ganas de comerme el mundo que me hace estallar el pecho.

He estado por la mañana en la Asamblea. Esta vez he decidido intervenir, aunque fui con el propósito de escuchar a unos y a otros oradores. Aunque he procurado pasar desapercibida,  ha sido imposible: varios ciudadanos me han reconocido y se ha armado un gran revuelo en torno a mí. Me pedían que hablara en defensa del pueblo contra la aristocracia y a favor de la Constitución. Yo no he podido negarme: me moría de ganas de hacerlo. Así que cuando terminó de hablar un joven ciudadano al que no conocía, subí al estrado e imposté mi voz, viendo cómo el agua comenzaba a correr por la clepsidra. Hablé de todo lo que escribí aquí hace dos días: la igualdad entre hombres y mujeres. Creo que me granjeé un mayor número de enemigos del que ya tenía, pero, sinceramente, no es un dato que me quite el sueño. He hablado desde lo más profundo de mi ser, siendo consciente de todas y cada una de mis palabras, defendiendo unos valores aprendidos en la infancia en Mileto y desarrollados en mi juventud. Esto es lo que pienso y lo que siento. No sé si Aristófanes o Hermipo, ese vil poeta de lengua bífida, me llevarán a la Justicia -Justicia, ¿qué es eso de Justicia?- por esto, pero yo voy a defenderlo delante de la Heliea, de Pericles o de la misma Atenea. No es la primera vez que me acusan de corromper las mujeres, pero eso no me preocupa.

Pronuncié la última palabra cuando la última gota de agua cayó de una hydra a la otra, y después, tras breves segundos, una multitud de aplausos y abucheos se elevó sobre la colina de la Pnix y llegó hasta la Acrópolis. Yo sonreí. Realmente, había disfrutado del momento.

Por la tarde acudí con Pericles al taller de Fidias a ver su más reciente obra. Fidias, como ya sabes, es el Escultor de Atenas, gran artista y mejor amigo. Sus manos poseen todo el espíritu de Apolo para las artes: es capaz de darle sentimientos a unos pedazos de roca y ponerle rostro y personalidad. A través de sus esculturas puedo viajar a todos los lugares, en todos los tiempos en los que se inspira, conocer a Atenea, a Dafne o a Urano. Es uno de los mejores amigos de Pericles: esta es una de las razones por las que Fidias se ha encargado de tallar un sinfín de esculturas para el Estado de Atenas.

Cuando llegamos a casa, el sol ya se había puesto y Selene exhibía en su lugar un precioso vestido de nardos.

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